Haciendo caso omiso de la larga tradición impuesta siglos atrás, el viejo arcoíris ya cansado y algo descolorido, decidió fugarse de la ciudad que lo vio nacer cada vez que llovía con sol. La noche cómplice de su escape cubrió su huida y el viento acariciando sus barbas le dio la señal para que abandone su escondite. El viejo asomó su cabeza miró al cielo e inhaló profundamente la brisa que lo envolvía y por primera vez, entendió plenamente el significado de la libertad.
Acrílico sobre madera. 50x72 cm aprox.